EL ARDUO TRABAJO DE TRABAJAR LA METÁFORA.
Cuando llegó la
primavera del 2013, una de las actividades que nos invitaba a elaborar el proyecto didáctico del momento , les proporcioné a los niños un poema alusivo a la estación que a
ellos les parece la más bonita del año y porque nos tocaba el homenaje.
Para realizar
esta actividad con motivo de la tarea marcada en la sesión dos, les volví a
sacar el poema de sus carpetas de evaluación para utilizarlo nuevamente.
Los niños
llegaron a aprendérselo de memoria en aquel entonces, y en esta ocasión la
actividad, orientada a que se los leyera, les gustó aunque no representó
sorpresa para todos. Sin embargo para Enrique, Salma, Álvaro y Adaly si les
representó la posibilidad de irlo leyendo conmigo y detenerse a hacerme preguntas
sobre que significaban algunas palabras. Enrique, que es el más hablantín,
dijo: “Mira maestra, aquí dice -¡llegó la primavera- ¿ya ves?, cuando tu nos
pusiste este poema yo no sabía leer y hoy si puedo leerlo contigo”.
Al escucharlo,
sus amigos Salma, Adaly y Álvaro le
dijeron que ellos también podían leerlo ya y comenzaron a querer contar
anécdotas de cuando no sabían leer.
Carlos que es un
niño con Aptitudes Sobresalientes les dijo:
“¡que chiste!”, ya que él desde
noviembre empezó a leer.
Detuve un
momento la lectura del poema para preguntarles si les gustaban los poemas, a lo
que otros de mis alumnos contestaron que les gustaban más los chistes y las
adivinanzas que hacían rima.
Les insistí
respecto a la importancia de generar un gusto estético por los poemas. Cristi
me dijo: “Mi papito escribe poemas de amor a mi mami y a mí me gustan… pero
luego no les entiendo.”
El comentario de
Cristi me permitió empezar a leerles el poema de “La luna” (Sabines, J.) sin
ningún preámbulo, con las entonaciones y modulaciones adecuadas. Todos
guardaron silencio y escucharon atentamente.
Al terminar deje un momento de silencio y luego les pregunté si lo
habían entendido.
Las manos y los
comentarios empezaron a llover. Carlos se impuso pidiendo que lo volviera a
leer para que lo escucharan nuevamente y así algunas de las preguntas
encontraran respuesta por si solas.
Lo hice, y ellos
volvieron a guardar silencio. Vino el espacio de preguntas y estas no
disminuyeron como Carlos creyó. ¿Por qué la luna se come? ¿Las cucharas llegan
a la luna? ¿Estaba jugando el poeta con su hijo que se llamaba Luna? ¿Qué es un" innotico"? ¿Se mueren los ancianos si ven la luna?, y muchas cuestiones más que
ahora ya no recuerdo.
Yo, en
honor a la verdad, para mis adentros me
morí de risa, “No debí de leerles al trágicómico de Sabines, debí leerles una
canción de Cri-Cri, -decía para mis adentros-, ¿Ahora como salgo de esto?”
Total, que tuve que leerles y escribirles en el pizarrón verso por verso para
irlo –por así decirlo-, analizando… Ardua
tarea trabajar la metáfora… Un amigo me dijo que les matamos la inocencia y coartamos
los procesos de la candidez de la infancia cuando hacemos esto, pero yo como
buena soñadora pienso que es convidarles de a cucharadas (parafraseando a
Sabines) en dosis precisas y controladas algo del mundo subjetivo y hermoso que
es la poesía.
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