RESEÑA DE ALTAR DE VIDA NAHUA
En México, las culturas indígenas
concebían la muerte como una unidad dialéctica: el binomio vida-muerte,
principio y fin, lo que hacía que la muerte conviviera en todas las
manifestaciones de su cultura. Que su símbolo o glifo apareciera por doquier,
que se le invocara en todo momento y que se representara en una sola figura. La
idea de la muerte como un ser descarnado siempre estuvo presente en la
cosmovisión prehispánica, de lo que hay registros en las etnias totonaca,
nahua, mexica y maya, entre otras. En esta época era común la práctica de
conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que
simbolizaban la muerte y el renacimiento. De ahí que como herencia conservamos
la tradición de poner cráneos ahora de azúcar blanca y antes elaborada con
remolacha de maíz y amaranto. Está vinculada con el
calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba
cuando iniciaba la recolección o cosecha y se enriquecía con parte de ésta a
través de la ofrenda de semillas y frutos.
En la cultura Náhuatl se consideraba que el destino del hombre era perecer. Este concepto se detecta en los escritos que sobre esa época se tienen. Por ejemplo, existe un poema del rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472): Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando. / Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo, señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, / también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, / nadie habrá de quedar.
El altar de muertos es quizá la tradición más importante de la cultura popular mexicana y una de las más conocidas internacionalmente; incluso es considerada y protegida desde 2003 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
En la cultura Náhuatl se consideraba que el destino del hombre era perecer. Este concepto se detecta en los escritos que sobre esa época se tienen. Por ejemplo, existe un poema del rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472): Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando. / Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo, señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, / también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, / nadie habrá de quedar.
El altar de muertos es quizá la tradición más importante de la cultura popular mexicana y una de las más conocidas internacionalmente; incluso es considerada y protegida desde 2003 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Dentro de la visión prehispánica, el
acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los
muertos descarnados o inframundo, también llamado Xiomoayan. Este viaje duraba
cuatro días. Al llegar a su destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores
del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera
Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos).
Para los antiguos mexicanos el destino
del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido y
su comportamiento en vida. Así, las almas de los que morían en circunstancias
relacionadas con el agua se dirigían al Tlalocan, o paraíso de Tláloc; los
muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas durante al
parto llegaban al Omeyocan, paraíso del Sol, presidido por Huitzilopochtli, el
dios de la guerra. El Mictlán estaba destinado a los que morían de muerte
natural. Los niños muertos tenían un lugar especial llamado Chichihuacuauhco,
donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se
alimentaran.
El altar de muertos es la representación
de la visión que todo nuestro pueblo tiene sobre el tema de la muerte y es un
elemento fundamental conectado con la
creencia de que el espíritu de los difuntos regresa del mundo de los muertos.
El altar se coloca en una habitación,
sobre una mesa o repisa cuyos niveles representan los estratos de la existencia
y simbolizan los pasos necesarios para llegar al lugar que los dioses tienen
destinado para el difunto. Las ofrendas deben contener una serie de elementos y
símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el mundo de los muertos para
que conviva ese día con sus seres queridos.
Entre los elementos más representativos
del altar nahua se hallan los siguientes:
El copal es un elemento prehispánico
que limpia y purifica las energías de un lugar y las de quien lo utiliza;
santifica el ambiente.
El arco se coloca en la cúspide del
altar y simboliza la entrada al mundo de los muertos. Se le adorna con follaje y flor de cempasúchil.
Papel picado. Es considerado como una
representación del viento.
Las Velas se consideran como una luz
que guía en este mundo, se extienden a modo de sendero para llegar al altar.
Agua. El agua tiene gran importancia ya
que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de
la regeneración de la vida y de las siembras; además, un vaso de agua sirve
para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los
muertos.
Flores. Son el ornato usual en los altares.
La flor de cempasúchil es la flor que, por su aroma, sirve de guía a los
espíritus en este mundo.
Calaveras. Las calaveras son
distribuidas en todo el altar y pueden ser de azúcar, barro o yeso, con adornos
de colores; se les considera una alusión a la muerte y recuerdan que ésta
siempre se encuentra presente.
Comida. El alimento tradicional o el
que era del agrado de los fallecidos se pone para que el alma visitada lo
disfrute.
La muerte, en este sentido, no se
enuncia como una ausencia ni como una falta; por el contrario, es concebida
como una nueva etapa: el muerto viene, camina y observa el altar, percibe,
huele, prueba, escucha. No es un ser ajeno, sino una presencia viva. La
metáfora de la vida misma se cuenta en un altar, y se entiende a la muerte como
un renacer constante, como un proceso infinito que nos hace comprender que los
que hoy estamos ofreciendo seremos mañana convidados en una fiesta sin fin.
BIBLIOGRAFÍA:
Códice Xólotl 1980 Editado por
Charles E. Dibble, 2 v., Universidad Nacional Autónoma de
México, México.
Dupaix, Guillermo 1794 Descripción de monumentos antiguos
mexicanos, Biblioteca Nacional de Antropología
e Historia, México. 1978 [1834]
Atlas de las antigüedades mexicanas halladas en el curso de los
tres viajes de la Real Expedición de Antigüedades de la Nueva España,
emprendidos en 1805, 1806 y 1807, San Ángel Ediciones,
México. s.f. a
Dibujo de los
relieves de Guadalupe, Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia, México. s.f. b Notes on Mexican Antiquities, manuscript
913.72 N84, American Philosophical Society, Philadelphia. s.f. c Papeles
varios, col. Gómez Orozco 131 y 131b, Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia, México.
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