EDUCACIÓN SOCIOEMOCIONAL: EL NIÑO ESCOLAR: DE LOS 7 A LOS 11 AÑOS


5. 7 EL NIÑO ESCOLAR: DE LOS 7 A LOS 11 AÑOS
5.7.1. Aspectos del desarrollo motor
El ritmo acelerado del crecimiento físico del preescolar disminuye al acercarse a los años intermedios de la niñez, y no se reanuda hasta entrar en la pubertad. Entre los 5 y los 7 años, los niños adelgazan y pierden gran parte de su grasa de lactantes. También crecen y adquieren proporciones corporales muy parecidas a las de los adultos. Estos cambios corporales, a pesar de ser graduales y constantes, permiten al niño alcanzar nuevas habilidades motoras gruesas y finas. Los cambios físicos graduales durante este periodo pueden en realidad hacerle más fácil el desarrollo de nuevas destrezas motoras debido a que no tienen que estarse ajustando a cambios rápidos en las proporciones y tamaños del cuerpo.
Desarrollo de habilidades motoras
El niño progresa en las habilidades motoras físicas gruesas, su capacidad física recién conquistada se refleja en su obsesión por los deportes y malabarismos: trepar a los árboles, saltar, correr, etc.
Las habilidades motoras finas, o sea las que permiten al niño utilizar las manos en formas cada vez más complejas, también aparecen en este periodo, observándose antes incluso del primer año de escuela.
La mayor parte de las destrezas que se necesitan en la escritura se desarrollan en el sexto y séptimo años.
El progresivo dominio y destreza que adquieren sobre su cuerpo durante este período les produce sentimientos de capacidad y de autoestima, los cuales son indispensables para una buena salud mental.
5.7.2. Aspectos cognitivos
A esta edad nos situamos en el estadio de las operaciones concretas. El gran avance de este periodo, que diferencia al niño de las operaciones concretas del niño preoperatorio es la construcción de lo que PIAGET llama operaciones.
Una gran parte del desarrollo intelectual tiene lugar en la escuela. El hecho de que se haya escogido la edad entre los 5 y los 7 años para el inicio de la educación es porque muchas de las destrezas cognoscitivas, motoras, de la percepción y del lenguaje del niño maduran e interactúan de tal manera, que facilita que algunos tipos de aprendizaje sean más fáciles y eficientes.
El paso del periodo preoperacional al de operaciones concretas se da entre los 5 y los 7 años. El pensamiento se vuelve menos intuitivo y egocéntrico y más lógico. Antes de los 7 años, el niño concibe el mundo en una forma simplista y unidimensional. Se enfocan el aquí y ahora y en la evidencia de la percepción más
que en el pensamiento lógico. Su capacidad de establecer relaciones entre las cosas que lo rodean también es limitada.
Hacia el final de la etapa preoperacional (2 a 6 años), las cualidades rígidas, estáticas e irreversibles del pensamiento infantil empiezan a diluirse. El pensamiento infantil comienza a ser reversible, flexible y mucho más complejo. Los niños empiezan a reparar en un aspecto del objeto y luego en otro, pudiéndose valer de la lógica para conciliar las diferencias ente ambos.
Pueden evaluar las relaciones de causa y efecto, en especial si tienen el objeto concreto a la vista y ven ocurrir los cambios. Esta incipiente capacidad de superar mentalmente la situación concreta pone las bases del razonamiento sistemático en la etapa de las operaciones concretas (desde los 6 años hasta la pubertad) y después en la de las operaciones formales (adolescencia y edad adulta). Una operación es una acción mental.
5.7.3. Aspectos sociales y emocionales
Durante este período de los siete a los once años persisten las grandes estructuras emocionales y los grupos de emociones: cólera, temor, alegría, tristeza, etc., incluso alguna emoción concreta de etapas anteriores permanecen aún, como los miedos.
No obstante, el factor maduración influye en el desarrollo emocional del niño. En este sentido:
– Se da una mayor estabilización emocional. Las emociones van adquiriendo duración y consistencia.
– Se amplía el campo temporal en que se producen las emociones: el temor inmediato a un castigo puede derivar en ansiedad, por el sentimiento de culpa.
Aumenta el poder de inhibición sobre las emociones y sus manifestaciones. Aumenta el poder de controlarlas y la fuerza de su manifestación disminuye: la violencia física disminuye y aumenta la cólera verbal. Las crisis de lágrimas se espacian y atenúan (el niño ya será capaz de retener las lágrimas en presencia de otros), los terrores son menos excitables.
– Las emociones ganan en variedad y riqueza, en relación con el desarrollo de la vida estética, moral y religiosa.
– A medida que la vida social se enriquece sus emociones tienden a socializarse.
Cada vez están más vinculadas a las relaciones con los individuos o con el grupo.

En el desarrollo emocional y social conviene tener en cuenta los siguientes procesos:
• LOS SENTIMIENTOS. El niño que ya anteriormente comenzó una gradual independencia de los padres, continúa en este periodo avanzando en ella, aunque no se logra de una manera completa por la necesidad de cariño paternal que al niño aún tiene y que le es imprescindible. Esta necesidad de afecto se manifiesta claramente en el carácter, todavía egocéntrico, que aún perdura. El niño exige de sus padres atención y entrega total sin que esto suponga una contrapartida similar por su parte. La relación afectiva con los maestros va modificándose durante este período, comienza habitualmente como una continuación o prolongación de los afectos positivos con los padres para ir paulatinamente modificándose hacia una pérdida de atención a los maestros en favor de un aumento de interés por los compañeros.
La existencia de afectos negativos hacia los maestros también varía, en un principio, materia educativa y profesor están unidos en el afecto y progresivamente después se separan, es decir, hay un primer momento en que profesor y asignatura están unidos afectivamente, de modo que si uno u otra disgustan al niño el rechazo se hará globalmente a ambos. Posteriormente el niño irá siendo capaz de interesarse en una materia que le agrada independientemente de la simpatía o antipatía que sienta por quien la enseña.
La relación con los hermanos, aunque no logra independizarse de las figuras paternas se va estableciendo de otro modo y los hermanos se relacionan cada vez más en función del otro. Suelen ser relaciones ambiguas cuando no ambivalentes (existe dominio afectivo pero también simpatía), pueden ser relaciones de cooperación o competitivas.
La relación con los compañeros progresa desde el mero compañerismo hacia la amistad: los niños ya no sólo se van a relacionar por asistir a la misma aula o jugar en un momento determinado al mismo juego, sino que van a establecer relaciones afectivas más fuertes y duraderas.
• AMISTAD.
En la niñez la manera en que se forman y se mantienen las amistades se desarrolla en cuatro etapas diferenciadas.
1. Los niños menores de 7 años basan sus amistades en motivos egoístas y en la comodidad física. Los amigos son aquellas personas que juegan con ellos y los que viven cerca o que van a la misma escuela que ellos; a menudo consideran amigos a los demás por razones egoístas, por ejemplo, aquellos cuyos juguetes les gustan.
2. Entre los siete y los nueve años el niño se da cuenta de los sentimientos subjetivos del otro, empezando a formarse las ideas de reciprocidad.
3. Entre los 8 y los 12 años los niños evalúan las acciones ajenas, por primera vez hace su aparición la idea de confianza, los amigos son aquellos que se ayudan entre sí.
4. Después de los 12 años los niños consideran la amistad como una relación estable y permanente que se funda en la confianza.

LAS FUNCIONES DE LA AMISTAD. La amistad en la infancia a menudo es intensa, de evolución rápida, pero puede ser de corta duración. En el contexto de las amistades que comparte el niño aprende conceptos, reglas y destrezas sociales, y a través de ellas desarrolla la autoestima. Los niños que tienen amigos pueden satisfacer diferentes necesidades en el otro, tales como la dominación contra la sumisión. La autorrevelación, el abrirse el uno al otro, es más común en las amistades de las niñas que en las de los niños. En la última etapa de la infancia el grupo de compañeros se vuelve común. Este grupo de compañeros es relativamente estable, sus miembros tienen normas y valores comunes, pero al crecer los niños, esos grupos se vuelven más formales y estrictamente divididos por sexos. La conformidad con el grupo y la pertenencia a el se vuelve importante, lo que hace que los niños se organicen espontáneamente en jerarquías. Cuando hay competencia entre grupos sus miembros desarrollan sentimientos de aceptación y afecto hacia los miembros del grupo y de hostilidad hacia los contrarios.

• ASPECTOS SOCIALES. En este periodo el niño empieza a hacer su entrada en el amplio aprendizaje para la vida. De los 7 a los 11 años el niño debe olvidar algunos de sus deseos para adaptarse a las leyes del grupo y aceptar la utilización de reglas sociales y de convivencia necesarias para él y para su entorno, es decir, siendo “productivo”. Tiene que aprender que el ser humano es un ser de acción, que tiene que hacer cosas para lograr objetivos, que serán los que le proporcionen el reconocimiento, la valía y la seguridad en sí mismo.
El niño de este periodo se adapta a este nuevo mundo aceptando las leyes, los límites y las reglas sociales, y va comprendiendo que para iniciar y terminar una actividad hay que ir sustituyendo progresivamente los deseos y los caprichos personales por la acción y el esfuerzo dirigido a conseguir objetivos útiles.
En este período el mundo escolar cobra gran importancia: es una cultura, un cosmos en sí mismo, con sus logros, sus desencantos, sus metas y sus límites.
El peligro en este periodo evolutivo consiste en el sentimiento de inadecuación e inferioridad que pueda surgir en el niño; si desespera o desconfía de sus propias habilidades o de sus capacidades por no obtener resultados satisfactorios y rápidos, puede renunciar al aprendizaje o a la relación con los demás.
En este momento toma importancia el mundo social puesto que el niño debe hacer cosas junto a los demás, comienza a establecerse la división del trabajo y la diferencia de oportunidades.
El sí mismo se desarrolla en comparación con los otros. Paulatinamente van integrándose aspectos de tipo psicológico: hasta los 8 años el niño tiene una concepción física y activa del yo. A partir de esta edad, la dimensión psíquica y social prevalece en la autocomprensión.
Todo esto desencadena un mayor respeto mutuo y un avance en la comprensión de las razones y motivos de los otros, lo cual lleva consigo un cambio drástico en la moral, especialmente en lo que se refiere a la noción de justicia. Aparece una visión muy crítica de la vida y de los adultos.
Del mismo modo que el conocimiento de los niños cambia a medida que estos maduran, también sucede lo mismo con su pensamiento y con la comprensión del mundo social.
Es en estos años (7 a 11) cuando los niños deben aprender a manejar las complejidades de la amistad, la justicia, las reglas, los límites, las normas sociales, las convenciones relacionadas con los papeles sexuales, la obediencia a la autoridad y a una ley moral.
En este período de edad el desarrollo moral también experimenta avances importantes.
Uno de los más importantes es la progresiva independencia que el niño hace de la autoridad moral, es decir, el niño va comenzando a regirse más por normas internas que por imposiciones del exterior.
El surgimiento, ya con más fuerza, del respeto mutuo va a permitir la aceptación y el mantenimiento de reglas, tanto en los juegos como en las relaciones con los otros. Por otra parte, su creciente capacidad de entendimiento de las diferentes situaciones y motivaciones que se producen en las relaciones interpersonales le permite comprender cómo las personas deben asumir la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Todos estos avances, propiciados por su desarrollo cognitivo y la ampliación de su mundo social, son los que permitirán al niño ir comprendiendo y adquiriendo una cierta amplitud de normas sociales y, lo más importante, su cumplimiento.

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