¿Qué solemos necesitar para atrevernos a hacer algo?

¿Qué solemos necesitar para atrevernos a hacer algo?

Cuando nos encontramos ante situaciones nuevas, situaciones que no conocemos, o cuando nos encontramos ante una situación en la que previamente hemos sentido dolor... nuestra respuesta como personas metidas en nuestro ego es la del miedo. El miedo nos paraliza o en el mejor de los casos nos hace dudar, y siempre que le hacemos caso, nos hace buscar la seguridad.

¿Normalmente nos limita el miedo?

El miedo puede ser limitador, pero también puede ser estimulante. Leí por algún sitio que no es más valiente el que no tiene miedo sino  el que a pesar de sentirlo se atreve a cruzar por encima de él.

Yo nací en una familia aferrada al miedo. El miedo manejaba nuestras vidas. Miedo a todo, a tomar un tren, a coger una enfermedad, a cambiar de trabajo, a hacer amigos, a relacionarse, a... miedo, en definitiva, a vivir.

Yo, desde luego, aprendí a tener miedo, pero también aprendí que el miedo dejaba inmovilizado -lo vi en parientes cercanos, instaurados en “el muelle de San Blas”- y no quise que eso me pasara a mí.

Reconozco que en algún momento de la vida el miedo me ha parado en seco totalmente, pero la máxima que yo tomé fue: “justo cuando sientas que no puedes hacer algo por que te da miedo, hazlo”.

Ahora, puedo asegurarles que las experiencias más maravillosas y también las mas desastrosas que le pueden ocurrir a alguien, pasan porque estamos vivos; a mí me han ocurrido, pero no por miedo iba a dejar de vivirlas...  ¡me encanta estar viva!

Sal de tus miedos, aprende a atravesarlos y vive. Y sobre todo piensa que las oportunidades son únicas, cuando ya haya pasado, no volverá nunca la misma oportunidad. Quizás será parecida, similar, pero no será la misma... y mientras dejas correr miedo antes de atreverte, continúas sufriendo, o en el “si tan solo yo hubiera”... por miedo.

Te explico cómo funciona la propuesta de nuestro miedo para no tener miedo:

Creemos que si buscamos la seguridad, si nos cubrimos de ella en áreas de confort –léase, donde te sientas a salvo, aunque sea el peor lugar-, el miedo pasará, y quizá algún día tendremos la oportunidad de hacer lo mismo pero de forma  segura.

Esto es una auténtica barbaridad. Porque el miedo se alimenta de esta necesidad de seguridad, con lo que cada vez necesitas más y más seguridad para no tener miedo.

 ¿Y que significa una seguridad total? No moverse, no actuar, vivir dentro de tu burbuja de cristal… ¿pero eso es vivir?

La única seguridad que puedes tener, es la seguridad en ti mismo, la seguridad de que tú no vas a poder manejar cualquier situación que surja, el control es un espejismo, pero con la seguridad de que tú eres el arquitecto de tu propio destino –aunque suene a cliché-. Es el pez que se muerde la cola. Es la trampa de la seguridad.

Les dejo aquí un cuentecito. Últimamente me está dando mucho por ello, pero como dice mi buen Guía, con las metáforas se  profundiza más que solo con  palabras.

Las dos semillas 

Dos semillas están juntas en la tierra sembrada.

La primera dijo:

"¡Quiero crecer! Quiero que mis raíces lleguen muy abajo en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba!

¡Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera!

¡Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos!"

Y entonces creció.

La segunda semilla dijo:

"Tengo miedo. Si dejo que mis raíces vayan hacia abajo, no sé qué encontraré en la oscuridad.

Si me abro camino a través del suelo duro por sobre mi, puedo dañar mis delicados retoños...

¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos?

Además, si abriera mis pimpollos, tal vez un niño pequeño me arranque del suelo. No, me conviene esperar hasta que sea seguro".

Y entonces esperó. Un ave que andaba dando vueltas por el lugar en busca de comida, encontró a la semilla que esperaba y enseguida se la tragó…

PAX, AMOR Y FELICIDAD